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2 de junio de 2024 (el 1 de junio después de las 12)
La noche de gala ha concluido con la llegada de Voss, la ídola de Jimena, que al verla, parece haber recobrado la vitalidad. Coudert y el Presidente trabajan alineados, yo transmito en directo el desenlace del evento.
Me preparo emocionalmente para que mi objetivo lo cumpla alguien más por mí. He estado preparándome mentalmente para seguir trabajando con las personas que me han involucrado en esto y luego me han decepcionado.
Ellos lo llevan mejor. Desde su regreso, Miguel me habla con un tono incluso más tajante. Desde ayer, el Presidente se ha puesto conmigo más simpático que nunca. Sé que esto es decisión de ellos y que pueden ver mi desencanto.
Ahora siento que mi incorporación a la plataforma fue solo la manera que ha encontrado Miguel de mantenerme controlada. Yo he caminado hacia la trampa con toda mi ilusión, aún sabiendo que no era un lugar natural para mí.
Pues esta columna es mi manera de mantenerme independiente. No siempre puedo hablar con libertad de lo que está por venir - por contrato -, pero sí puedo hablar de lo que ha pasado y de cómo me siento al respecto.
Un viaje al pasado.
Verónica, que administra mejor que nunca la gasolina, arranca un generador y la luz interior azul de una nueva tienda de campaña instalada en el campo de juego se enciende. Está apartada del resto y tiene forma de iglú.
Voss y Jimena llegan en el carrito de golf, ahora disfrazado del típico bus de club de fútbol, con los colores y el escudo del Trueno. Vivas y Machado van colgadas a los lados del carro, Zaramella detrás.
Voss, Jimena, y las demás bajan del carrito y se asoman a la tienda nueva: hay una PlayStation 1 y una TV pequeña sobre una mesa rústica. Su luz azul ilumina la tienda y los dos sofás. Genera una atmósfera rara, incómoda.
Andrea está allí para que yo - aún en el Estudio en el estadio - y las personas que siguen el evento desde la plataforma podamos ver el mano a mano entre la primera entrenadora del Trueno y su máxima ídola.
“¿No me digas que es la que estaba en la residencia?”, pregunta Jimena señalando la PlayStation.
“Así me han dicho”, responde Voss.
Jimena busca con la mirada a la juvenil que la iluminaba con la linterna en el campo de juego, y que ahora la sigue a todas partes. “Con esta consola jugábamos en la residencia del Trueno. Hace quince años. O más”.
“¿Tiene el FIFA?”, pregunta Zaramella.
Coudert se gira para verla: “esto es exclusivo para Jimena”.
Hay protestas entre las titulares y las juveniles que rodean la tienda nueva.
El Presidente pide con las manos un poco de tranquilidad. Algunas temen que vaya a repetir un discurso solemne, pero saca su móvil y se hace una selfie con las demás y la tienda de fondo.
Voss invita a Jimena a sentarse con un gesto: “¿Jugamos?”
Jimena acepta. Toma asiento mientras en sus ojos aparecen algunas preguntas. Voss también toma asiento, pendiente de lo que sucede alrededor. Jimena le pasa un mando, Voss lo coge del revés; Jimena lo nota y sonríe.
Coudert echa a las demás con un gesto. Andrea se acomoda con la cámara a un lado de la TV para tener a las dos estrellas de frente. Se sienta en el suelo para estar a la altura de sus ojos. La imagen es preciosa.
Jimena mira a Coudert buscando una explicación por la presencia de la cámara; Coudert levanta los hombros disculpándose.
“Está en el contrato”, dice el Presidente, aún detrás de Coudert.
Interviene Voss. “A mí no me importa. ¿A ti?”
Jimena niega para complacerla.
“Tú sí molestas”, dice Voss a Coudert. “Ve a dar una vuelta”.
Coudert asiente y sale. Ya fuera, mira el cielo cargado de nubes densas y prueba si en la palma de su mano cae alguna gota.
Mano a mano.
“¿Cuántos años sin vernos?”, pregunta Jimena.
“Una vida. Desde que te has pirado”, dice Voss.
“Nunca has venido a visitarme”.
“Aquí las cosas son complicadas para nosotras”.
Jimena asiente, mira la cámara, avergonzada.
“¿Puedo hacerte una pregunta para que me respondas con sinceridad?”.
“Claro, Chiquita. Lo que sea”.
“¿Para qué has vuelto?”
Jimena deja el mando de la consola a un lado, suspira. “No lo sé. Esta es mi casa, ¿no?”
Voss asiente, serena. La mira a los ojos: “¿y por qué es tu casa?”
“Tú lo sabes”.
Voss señala la cámara: “Para las más jóvenes, que igual no lo saben”.
Jimena suspira, se acomoda en el sofá para poder verla. Responde para complacerla, otra vez: “aquí comenzó todo”.
“La historia completa”, pide Voss.
“¿Entonces no vamos a jugar?”, pregunta Jimena.
“En un momento”, responde Voss.
“Cuando era chica, jugaba en un equipo de futbol de hombres. Era la única mujer. Bueno, la única niña. Y muy bien no la pasaba. Me hacían bullying. Un día escuché en la radio sobre el Trueno femenino y vine a probarme. Me cambió la vida. Encontré una familia aquí”.
Ahora es Voss quien se acomoda para tener de frente a Jimena. “Yo también jugaba en un equipo de hombres”.
“Lo sé”, dice Jimena con obviedad.
“Sé que lo sabes. Quiero que lo oigas otra vez”.
“Tú no has cambiado nada”.
“A mí no me discriminaban los hombres. No era tan buena como tú, y era otra época. A mí me discriminaban las mujeres. Decían que debía pasar menos tiempo fuera, y más tiempo ocupándome de las tareas de la casa. Cuando dejé de jugar, decidí formar un equipo de mujeres. Ese fue el inicio de la sección femenina del Trueno. Y el momento en que nos conocimos”.
“¿Quieres hacerme llorar o qué?”, dice Jimena.
“Ganamos una Liga juntas en primera”, continúa Voss. “Y tu carrera despegó gracias a eso”.
“Lo tengo muy presente”.
“Yo estoy convencida de que todo se puede transformar en una oportunidad”.
Jimena clava la mirada en el mando que ha quedado en el sofá. Parece que fuera a responder con un silencio, pero se anima a soltar algo más: “eso requiere de cierta energía”.
“Yo te veo muy bien”.
“No es algo físico”, dice Jimena. Y luego sigue, con el tono de una confesión. “Yo amo a este club. Y no quiero decepcionar a nadie. Sobre todo a mis compañeras, o a las aficionadas. A las juveniles”.
“¿Pero?”
Jimena hace otro silencio, más largo esta vez. Espía la cámara.
Si tuviera que adivinar lo que Jimena piensa, diría que la maldice. Maldice a la cámara, a “la prensa”, a los medios en general y a la plataforma. Maldice la invasión de este momento de intimidad. Nunca lo confesará.
“Jimena, yo estoy aquí para escucharte. Sea lo que sea”.
Jimena suspira. La mira con pudor. “Quiero volver a tener una vida normal. Es tan ridícula mi vida. Todas las prioridades están cambiadas para mí. No quiero olvidarme de quién soy”.
“No lo entiendo”.
“No quiero que me gane este personaje público que nos inventamos”.
“¿De esto se trata?”, pregunta Voss.
“En parte, sí”, responde Jimena.
“‘¿En parte, sí?’”.
Voss devuelve la frase de Jimena como una pregunta. Ahora pienso que este recurso que tanto usa Coudert, quizás lo ha sacado de Voss.
“Jimena, nosotras necesitamos ser pragmáticas”, sigue la ex entrenadora. “Como líderes, como modelos para las más jóvenes, parte de nuestra vida significa estar al servicio de las demás”.
Voss se señala el pecho: “porque romper paradigmas es bueno”. Señala el pecho de Jimena: “el éxito es bueno”. Y ahora señala a cámara: “pero parte de ese éxito se lo debemos a nuestras compañeras, a las aficionadas, al club”.
“Lo sé, Chiquita. Eso es lo que no me deja dormir”. Jimena se cubre el rostro como si estuviera a punto de llorar.
“No”.
Coudert y el Presidente ya están conmigo al escritorio del Estudio en el estadio, cada uno frente a un micrófono. Seguimos lo que sucede en la tienda nueva entre Voss y Jimena a través del monitor que enseña la transmisión.
Se oye un trueno fuera, y es tan intenso que mueve las paredes de la tienda, como si un rayo hubiera caído en el campo de juego. El Presidente y yo nos asustamos, Coudert está absorbida por la conversación en el monitor.
“Eso forma parte de una decisión que hemos tomado hace mucho tiempo. Y elegir es renunciar”, dice Voss.
Visto desde aquí, a través del monitor, da la sensación de que Voss está aún más pendiente de la cámara que Jimena.
“Tenemos que aceptarlo”, sigue Voss, y ahora mira los ojos de Jimena: “para las personas como nosotras, es inevitable”.
“¿‘Las personas como nosotras’?”.
Jimena también repite frases con la forma de preguntas cuando se ve atrapada. Son tres generaciones de líderes.
“Las elegidas”, dice Voss.
“Yo no soy una elegida”, responde Jimena.
“Para nosotras, sí lo eres. Porque te hemos elegido a ti”.
Jimena asiente en silencio.
“Es solo un año más”, dice Voss, dando cierre a la charla.
Jimena espía la cámara, mira a Voss y asiente. Se acerca y apoya la cabeza sobre su hombro.
“Tu nunca has jugado a esto, ¿no es cierto?”, pregunta Jimena mirando la consola.
“No sé ni cómo encenderla”, responde Voss.
Jimena sonríe a medias, la imagen se congela en ella.
Parece que Voss ha resuelto el misterio que me tocaba resolver a mí, aunque yo a esto no lo llamaría entrevista. Me ha quedado un sabor agridulce en la boca. Creo que mi rostro lo revela.
Me toca seguir el guion de Miguel, que me mira y asiente para que reaccione. Está dirigiéndome. Así que miro a cámara y digo: “Parece un buen momento para cerrar el streaming del día desde el estadio del Trueno”.
Miro al Presidente, que sonríe, y a Coudert, que no mueve un músculo. “Un día muy especial y muy intenso. ¿Cuál será la decisión de Jimena?”
Y ahora paso al tono de presentadora, que cada día me creo menos: “En breve, lo sabremos. Buenas noches, Presidente; buenas noches, entrenadora”.
“Buenas noches”, dice el Presidente, imbuido de su idea de profesionalismo.
Coudert no saluda, sigue con la mirada prendida al monitor.
Hay aplausos entre las titulares y las juveniles que se han colado en el Estudio. Arias silba, arengando, Fernández repite el sonido del trueno y algunas de las juveniles que tiene a su lado vuelven a asustarse un poco.
“Lo ves: dirigir es persuadir”, dice el Presidente a Coudert por detrás de mis espaldas. Coudert no reacciona. El Presidente me mira como preguntando “qué le pasa a esta”.
Yo me la quedo mirando: Coudert sigue inmóvil, indiferente a todo, y no despega la mirada del monitor con la imagen de Jimena congelada mientras por delante pasan los créditos del especial.
“¿Ahora qué?”, le pregunto, con cierta indignación y poca paciencia.
Coudert me mira un segundo y luego niega, pero para sí misma.
“No”.
“¿‘No’, qué?”.
Coudert me ignora, y enseguida mi reacción es tomármelo como algo personal. Como una continuación de aquella pequeña enemistad que se ha desatado tras la situación con el Presidente y la sesión de la entrevista con Jimena a Voss.
Luego recuerdo que también ha ignorado al Presidente, y veo que ahora ignora al resto de las titulares que están allí dentro. Tanto, que sale del estudio por la puerta que da al escenario, para evitarlas, y la pierdo de vista.
Algo me hace pensar que regresa a la tienda nueva donde están Jimena y Voss. ¿Qué ha visto en esa imagen que nosotras no hemos sido capaces de ver?
Almendra Bernal