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2 de junio de 2024, 16 h.
A pesar de la confrontación con sus compañeras, la presión del Presidente y el episodio con Voss, anoche Coudert le ha dejado claro a Jimena que la quiere para seguir en el Trueno, pero no para ganar, para construir.
Este cambio en la actitud de la entrenadora, la honestidad de sus palabras, la claridad de sus metas y la confrontación con el Presidente han resonado muy bien entre las jugadoras y ha cambiado la atmósfera del lugar para casi todos.
Luego de aquella discusión en la unidad móvil, Jimena ha pedido a Coudert que convoque una rueda de prensa para esta tarde en la ciudad deportiva de Carabanchel. Allí (o debería decir aquí) anunciará su decisión.
Yo aguardo en esta sala desde temprano pasando notas de mi grabadora y mi cuaderno al ordenador. Intento encontrar un cierre para todo esto y observo el desenlace de esta historia de la que no me siento parte especial, pero de la que no quiero despedirme.
Para la madre misericordiosa, esta historia está acabada. Para la hija pródiga, sin embargo, las horas que separaban la noche de ayer de la tarde de hoy han sido largas. Parece tener la decisión tomada, pero nadie sabe cuál es.
¿Saldrá de la trampa de su último sueño resignada, o encontrará en las palabras de Coudert motivo suficiente para cambiarlo por uno nuevo?
La madrugada.
El Presidente ha dado a Claudia la orden de dejar salir a las titulares de la ciudad deportiva para poder ir a descansar a sus casas. Ellas han decidido quedarse para respaldar el trabajo de Coudert - es solo una noche más.
Con la lluvia incesante, muchas de las tiendas han quedado bajo el agua. Las titulares han rescatado los sacos de dormir y han vuelto a armar entre todas la tienda de Jimena para dormir juntas allí dentro. O eso han intentado.
De la tienda de Jimena se ha salvado casi todo: el escritorio, la cama, incluso el espejo junto a la puerta. El televisor no va: se agotó la gasolina del generador. Vivas ha puesto una película en su iPad para quedarse dormida.
Al alba, Jimena seguía despierta, sentada al escritorio. Al parar la lluvia, con la luz del sol entrando en la tienda se ha puesto a buscar el antiguo boli del Trueno. No lo ha encontrado. Luego se ha estado mirando al espejo otra vez.
La tienda ya no se parece a su habitación en casa de su madre, la que se conserva intacta desde que era niña. Ella tampoco se parece a la Jimena de entonces, ni a la Jimena que ha entrado a este evento semanas atrás.
La única foto que aún cuelga de las paredes de la tienda es la de Ronaldo, el brasileño, corriendo solo con el dedo índice levantado y la 9 de Brasil. Jimena se levanta, la despega con cuidado y hace un tubo con la foto.
Pasea por la tienda, entre las jugadoras dormidas, compartiendo sacos. Encuentra la foto del Trueno al completo - la misma que está en la tienda de Coudert - y la cuelga en la pared con la misma cinta.
Las negociaciones.
Nadie sabe qué ha hecho Coudert todo este tiempo. Verónica dice que ha estado en el hidromasaje, pero no me lo creo, por la cantidad de horas que han pasado ni por el contexto.
El Presidente, Miguel y yo hemos pasado la noche entera en la unidad móvil hablando sobre la transmisión de la rueda de prensa. Ellos, discutiendo detalles; yo, asistiendo a revelaciones que me hubiera gustado tener antes.
Según el Presidente, lo normal es convocar a los medios. Allí tiene amigos y gente a la que debe favores. Según Miguel, la rueda de prensa se hará en el contexto del evento, y ellos tienen exclusividad, por lo que “es lógico” que la plataforma sea el único medio en transmitirla.
Miguel nos ha involucrado a Andrea y a mí en la transmisión. Lo de Andrea me parece bien, ha demostrado estar a la altura. A mí me involucra para neutralizarme. No quiere complicaciones.
Sabe que mi reacción normal será quejarme por la falta de cobertura de los otros medios, y haciéndome parte, compra mi silencio. Tuve que llegar hasta este punto para entender que esa ha sido su estrategia desde el inicio.
Mientras lo escucho en silencio pienso que quizás no soy tan buena jugando este juego. Y luego pienso en Coudert. Si algo he aprendido de ella es a no distraerme. Todo llega a su debido momento, solo hay que saber esperar.
¿Quién pone la cara?
Andrea ha llegado a la sala conmigo, sobre las 14 h. Ha montado sus tres cámaras y las tomas de sonido. Tiene a su cargo a dos chicos que operan las cámaras en los laterales. No quiere sentarse.
A las 15 han abierto las puertas de la ciudad deportiva y a las 15:30 las de la sala de prensa. Sigo sentada en la segunda fila, junto a Andrea, y no me he girado a ver atrás una sola vez, pero siento que se ha llenado por completo.
El murmullo se apaga y despego la mirada del ordenador: es el Presidente quien llega a la sala desde la puerta lateral. Saluda a los colegas habituales, en las primeras filas, y arroja abrazos imaginarios a los de más atrás.
El Presidente se sienta al centro de la mesa, frente a un micrófono, y acomoda una carpeta - si no me equivoco, la del contrato con la plataforma. Coudert también entra a la sala y se acerca a él desde este lado de la mesa.
Coudert aleja el micrófono y dice al Presidente: “con todo respeto, no tiene nada que hacer aquí hoy”.
“¿Perdón?”, responde el Presidente.
“¿Y si no renueva?”.
“Va a renovar, después de lo de ayer…”
“¿Y si no? ¿Usted va a poner la cara frente a todos sus amigos para explicar que todo este circo no ha servido para nada?”
Se miran. A Coudert la tengo de espaldas. Me gustaría ser Claudia, que está junto a la puerta lateral y puede ver sus rostros frente a frente. Por el gesto de Claudia, diría que ha sido una confrontación difícil de olvidar.
El Presidente se pone de pie, se abrocha el saco. “Me quedan papeles que firmar”, dice a un par de colegas en primera fila, excusándose. Sale por donde vino. Claudia tiene que esconder la sonrisa cuando pasa por su lado.
Os he dicho que se la iba a devolver. Una y otra vez.
La decisión oficial.
Coudert toma asiento en un extremo de la mesa. Hace un gesto a Claudia, y Claudia un gesto al otro lado de la puerta. Entra Jimena junto a Machado, Vivas, Zaramella y Arias. Cada una se sienta frente a un micrófono.
En el monitor de Andrea, a mi lado, puede verse que la cámara está emitiendo. Miguel, sentado junto a los otros ejecutivos al otro lado de la sala me dirige una mirada tensa. Supongo que es una señal para que diga algo.
Cojo el micrófono que va a la cámara de Andrea y digo: “es el momento que hemos estado esperando”. Lo apago y lo dejo a un lado, sin más.
Coudert mira al frente, se acerca el micrófono; la sala se entrega a un silencio total. “Buenas tardes. Muchas gracias por venir con tan poco tiempo de aviso”.
“Los hemos convocado para hacer oficial la decisión que ha tomado Jimena sobre su continuidad en el Trueno. Ni siquiera nosotras la sabemos. Hay algunas compañeras aquí, pero solo para demostrar su apoyo”.
Jimena se rasca el cuello, se acerca a su micrófono.
Las palabras de Jimena.
“Buenas tardes. La última vez he dicho que iba a esperar al 30 de agosto para decidir si renuevo el contrato o me retiro del fútbol, pero anoche hemos tenido varias conversaciones que me han despejado varias dudas y me hecho adelantar la decisión”.
“Antes que nada quiero decirles que si me he demorado pensándolo, es porque esto no ha sido nada fácil para mí. Estoy llegando al límite de mi carrera, y al mismo tiempo, amo a este club, y sigo en deuda con el equipo”.
“Nosotras también te queremos”, dice Zaramella a su micrófono.
“A veces más, a veces menos”, completa Vivas hablando al suyo.
Se oyen risas tensas y regresan los murmullos a la sala. Algunas aficionadas - que no veo, pero puedo imaginar quienes son - comienzan a cantar.
“¡Quédate, que las tarde’ sin ti duelen!”
En ese momento descubro a Alina, sentada detrás de Miguel, entre Voss, y Nina, la aficionada; en la misma fila que Valeria, la juvenil, Osorio, el tesorero, y Sabou, el preparador físico. Alina me mira y asiente, como saludándome.
¿Por qué Alina no está cabreada conmigo, si podría estar haciendo este trabajo mejor que yo? ¿Qué papel tengo en este juego?
Coudert pide silencio, pero ahora enérgicamente.
Estoy molesta, frustrada. Miro a Coudert y me pregunto cuándo llegará mi momento. Me tiento en apagar la cámara, como ha hecho antes Miguel sin consultármelo, pero no voy a comprometer a Andrea.
Tomo el micrófono y lo desconecto de la cámara.
El silencio llega porque Jimena se quita la cinta de capitán. Las titulares, a su lado, parecen muertas por dentro. Vivas y Zaramella esconden la mirada. No sé si alguien más llega a ver que se cogen las manos debajo de la mesa.
Jimena coge la cinta con ambas manos y para sorpresa de todos se le da a Machado, a su lado. Machado la coge, también con ambas manos, y se la lleva al pecho. Está más perdida que yo.
“Hay otras jugadoras que llevan años en este equipo, pero quisiera que esto sea un símbolo. Porque si queremos un Trueno competitivo, tenemos que profesionalizarnos, pero también tenemos que modernizarnos”, dice Jimena.
“Seguiremos trabajando en ello”, responde Coudert sin titubear, mirando al frente, a la fila de Alina, de Voss. No quiere que Jimena desvíe la atención del asunto de este comunicado.
“Tenemos que cambiar el sistema de juego y necesitamos nuevas incorporaciones”, insiste Jimena.
“También lo evaluaremos llegado el caso”, responde Coudert.
“Habrá que tomar decisiones difíciles”.
Coudert se gira y mira a Jimena de frente: “para eso estoy yo”.
Jimena asiente, asimilándolo. Coudert asiente, sosteniendo su posición. Se miran en silencio. Estos dos letreros de neón parecen encendidos otra vez después de mucho tiempo. Y juntos, encandilan.
Creo que mi revancha quedará para otro momento.
Me pongo de pie y salgo de allí por la puerta de atrás. Puedo ver que en los últimos asientos no cabe un alfiler. Los rostros de la afición y de los periodistas enseñan una expectativa inimaginable hasta la última fila.
La puerta por la que accede la prensa está abierta porque hay más gente fuera. En los pasillos de acceso, en el parking. No tienen chances de ver, pero tienen la ilusión de estar cerca, de oír la noticia lo antes posible.
El otro juego.
Ya estoy en la puerta de acceso a la ciudad deportiva. Con la cabina vacía, puedo volver a coger mi libro de Borges, que está allí, en la estantería de Claudia, junto a otros libros.
Hay un sinfín de coches abandonados, esperando en fila desde el parking al acceso de la autovía que conduce a Madrid. Algunos padres con sus niñas miran la rueda de prensa desde sus móviles.
A un par de calles de distancia, la muchedumbre se hace más dispersa.
Nunca voy a entender la pasión por el fútbol, y no he sido capaz de entender a Jimena, pero voy a echar de menos este lugar. La buena compañía.
Además del juego de apariencias y poderes, hay otro juego entre partidos. Uno que se juega en equipo, por el barrio, por las niñas, por la familia. Quizás este juego sí puedo aprender a jugarlo algún día.
Ahora disfruto de este silencio agónico, que dura unos segundos más.
Desde la ciudad deportiva se oye un grito apasionado que se acerca como una ola mientras se contagia entre la gente. De a poco alcanza a las personas que tengo alrededor, hasta que me envuelve, y se me mete dentro.
Me vibra el cuerpo entero.
Una voz a lo lejos grita: “¡Ha vuelto la luz!”.
Almendra Bernal.