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26 de mayo de 2024
Jimena ha pasado estos días en reclusión absoluta, encerrada en su tienda. Ha vuelto a comer, pero no ha querido recibir a nadie, a pesar de los esfuerzos de sus compañeras por intentar entretenerla.
Poco sé de lo que han hecho estos días el Presidente y Coudert, pero los veo para arriba y para abajo siguiendo las indicaciones de Miguel. Armando y desarmando planes para la noche de la gala que se viene.
Las titulares se han adueñado de la ciudad deportiva. Mandan en la cocina, en la elección de las actividades. Y han negociado con Miguel mantener cierto comportamiento a cambio de unos iPads sin cámara pero con películas.
Las aficionadas y las juveniles también preparan algo grande. Algunos detalles los tengo, pero debo reservarlos; otros no los sé. Lo que recorre el aire es una carga explosiva: la mezcla entre el hartazgo de unas y el entusiasmo de otras.
Los pasatiempos.
Los lunes, Jimena envía una carta a su madre, los jueves recibe la respuesta. Es un hábito: hacían lo mismo cuando Jimena vivía en Francia. Sin mucho sucediendo, me pregunto de qué hablarán en esas cartas.
Claudia, la guardia, me ha dicho que Jimena se ha leído todos los libros que guarda en la cabina de vigilancia, y me ha pedido mi libro de Borges para pasárselo. No me lo ha devuelto. No sé si no se lo ha quedado Claudia. Ahora entenderéis de dónde vienen mis sospechas.
El resto de las titulares hacen actividades físicas para mantenerse en forma y refrescar las ideas. Corren o montan en las bici que han traído sus familiares (no hay para todas, pero se las prestan entre ellas).
Del entrenamiento que Coudert me ha prometido no he vuelto a saber. Otra promesa sin cumplir. Pero de esta no me quejo: no estoy ni físicamente ni mentalmente preparada para afrontarlo.
He vuelto a la papelera del parking a por la cajetilla de cigarrillos y allí estaba, así que he vuelto a fumar.
Cuando cae la noche, las titulares pasean por la ciudad deportiva, que aún sin luz se siente más que nunca parte de la naturaleza. Fernández dice haber visto un par de cabras montés justo cuando se le quedaba sin pilas la linterna.
La comida.
Sé por Verónica que el Presidente ha intentado deleitar a Jimena con recetas suntuosas de restaurantes famosos de la ciudad a los que lleva a los jugadores de la sección masculina del club cuando quiere impresionarlos.
También sé por Verónica que Jimena ha devuelto todos esos platos sin tocar. Preocupada, se lo ha notificado a Coudert, y ella le ha hecho traer varios tápers con comida casera hecha por el padre.
Las visitas.
El resto de las titulares, los sábados reciben hasta 3 familiares. Pueden quedarse con ellas a pasar el fin de semana en la ciudad deportiva, pero deben traer su propia comida, porque el presupuesto no permite más dietas.
Se arman grandes filas en el acceso porque el control de los coches es exhaustivo. Claudia y su compañera apuntan los documentos a la entrada y hacen abrir los maleteros a la salida para asegurarse de que ninguna titular se pire a escondidas.
Es encantador ver cómo los hijos de unas y otras van de tienda en tienda sin distinción, y de todas salen sonriendo. En especial, el cariño con el que tratan a esos niños las futbolistas que no tienen y dicen no querer hijos.
Esta convivencia es lo que sostiene la dignidad del evento. Le da una gracia que no sabía que existía. Y ahora entiendo por qué las futbolistas dicen y repiten esta cosa tan banal de que el club - o el equipo - es como una familia.
Pero hay más: hay fraternidad. Incluso conmigo y con Andrea. Como han visto que tampoco nosotras salimos mucho de mi tienda, nos han invitado al cine al aire libre del último viernes.
En una de las visitas, el hijo mayor de Vivas ha traído un proyector. Verónica se ha ocupado de enchufarlo al generador y Claudia ha entrado la pantalla donde se proyectaban los partidos del Trueno durante la temporada.
Esta vez, la proyección fue dentro del campo de juego, y se ha armado una buena fiesta viendo ‘Campeones’. Incluso Claudia estaba con nosotras, a mi lado. Se ha traído la silla que tiene en la cabina. Dice que no usa otra.
Me ha hablado apasionadamente de varios escritores latinoamericanos, y de cuánto de ensoñación tiene su trabajo: a veces no sabe qué es real y qué no. Yo la escucho, con respeto y ahora también con admiración.
Me pregunto cuándo fue la última vez que me he sentido así de bien. A veces a mí también me dan ganas de que este evento no acabe nunca.
El aseo personal.
Jimena se ducha por las noches, tarde, y va siempre acompañada de una de las guardias para impedir toparse con nadie, especialmente después de lo que pasó en el vestuario con Machado, Vivas y Zaramella la semana pasada.
En un nuevo intento por levantarle la moral a Jimena - y al plantel -, Machado tuvo la idea de convocar a su peluquera francesa, Ivonne, para ir el último sábado a atender a las jugadoras. Vino acompañada de Yolanda, que es española y hace uñas.
Funcionó bien hasta cierto punto, porque Ivonne y Yolanda son dos jóvenes talentosas, se han venido con todos los materiales, incluso una mesa y un espejo como si se tratara de un salón de belleza.
Además, con la gala cerca, las jugadoras les dieron un buen recibimiento. Hacían cola para atenderse. Verónica tuvo que repartir números para respetar los turnos. Cuando fue le turno de Machado, la cosa se puso rara.
Los rizos.
Minutos más tarde, Jimena se enjuaga el cabello en una de las duchas. Se quita el champú y se mira las puntas, recién cortadas por Ivonne, a quien ha dejado entrar a su tienda. Sola: las uñas se las hace ella, y no quiere que nadie sepa que se tiñe.
Se oyen unas risas al otro lado del vestuario. Jimena cierra la ducha para oír mejor. Maldice internamente haber roto la regla de ducharse solo por la noche, pero quería ver cómo le quedaba el cabello luego de lavarlo.
Abre apenas la puerta de su ducha y coge su toalla. Camina entre las duchas, que son como unas cajas separadas por paredes y puertas a media altura. Descubre una fuente de luz blanca: la ventana al campo de juego.
Camina lento hacia allí. El vapor de agua de un par de duchas abiertas a los lados le da textura a esa luz, y al dar el agua de las duchas en el suelo, forma un sendero luminoso y tentador.
Jimena avanza como si estuviera en un sueño, al mando de una voluntad que no controla. Al final del sendero, rodeada por las taquillas y entre los bancos del vestuario, florece de la luz la silueta de una mujer de rizos negros.
“¿Pilu?”, pregunta Jimena, moviendo la boca, pero sin hablar.
La silueta rodea su cuello con una toalla del club. Las gotas de agua en todo su cuerpo, atravesadas por la luz blanca, parecen chispas divinas. Se mueve en cámara lenta. Su rostro de perfil regala una sonrisa de felicidad plena.
Es una virgen pagana, inocente y seductora.
Vivas y Zaramella se asoman por las puertas de las otras duchas. “¡Sorpresa!”, dicen al unísono.
Jimena queda paralizada por el miedo. La silueta se gira hacia ella: es Machado, que ahora lleva pelo corto con rizos, como Pilu. Le sonríe.
“¿Te gusta?”, pregunta Machado, ilusionada.
Jimena la mira confundida, con una mezcla de decepción y rabia. Se envuelve en su toalla y sale.
Esto no lo he visto, me lo ha contado Vivas, que estaba allí. Si lo cuento desde el punto de vista de Jimena es porque estamos aquí para descifrarla. Y parte de ese trabajo es entender cómo se siente en situaciones como esta.
Mi trabajo.
Yo he aprovechado para entrevistar a todo el plantel, una entrevista por día. Incluidos el Presidente y Coudert, en una entrevista conjunta. Sentados uno al lado del otro. No tiene desperdicio.
Hoy, hubiera sido el turno de entrevistar a Jimena, pero he recibido una noticia desalentadora. Dos, para ser precisa.
Las entrevistas al plantel.
No me dejan publicar las entrevistas. Antes debe verlas y aprobarlas Miguel, y su prioridad ahora está en cerrar la programación de la gala del Trueno y en los preparativos para la transmisión de las olimpiadas, que comienzan en julio.
Le he dicho que sobre el final del evento las publico aquí, las haya visto o no. Salgan o no por la plataforma (las he grabado con Andrea en el estudio). No le ha gustado el tono, pero voy a correr el riesgo.
Si acaso, soy una periodista independiente con un golpe de suerte. Lo peor que me puede pasar es que Miguel las lea, no le guste lo que lee, y yo tenga que volver a ser una periodista independiente.
La entrevista a Jimena.
No puedo entrevistar a Jimena. Me lo ha dicho Coudert ayer a última hora, después de entrevistar a Fernández, quizás aprovechando que fue la entrevista más divertida, y que acabamos con los ánimos muy arriba.
Miguel y el Presidente tienen otro plan: que la entrevista la haga la invitada especial. Todavía no pueden decir quién es, porque es una sorpresa, pero me han dicho que Jimena la respeta y la admira.
Además de servir para conocerla, creen que va a servir también al objetivo del club: convencer a Jimena de que renueve.
Miguel piensa que si la entrevisto yo ahora, luego la conversación con la estrella invitada va a ser reiterativa. Tanta conversación va a arruinar la transmisión. Es una plataforma deportiva: necesitan acción. Enredos.
También me ha dicho que está pensando en traer a uno de los guionistas de ‘Supervivientes’, un reality de mucho éxito, para lo que queda del evento.
Yo no sé si Coudert está involucrada en esta decisión. La he oído más de una vez pidiendo por la estrella invitada, y ella no ha conseguido hasta ahora convencer a Jimena de que renueve el contrato por sus propios medios.
Lo que sé, es que no se la veía apenada cuando tuvo que darme la noticia.¿Quizás tiene que ver con que no he reaccionado cuando el Presidente le habló mal frente a mí? Si es una venganza, la felicito, es una muy buena venganza.
Los bonos.
Volviendo atrás en el tiempo, hay una historia que merece ser contada tal y como ha sucedido. La historia de los bonos. Sucede en el Estudio en el estadio (mi tienda) cuando terminábamos con una tanda de entrevistas.
Yo estaba al sofá de una plaza, desde el que hago las preguntas; frente a mí, Vivas y Zaramella, en un sofá doble, donde los miembros del plantel se sientan para responder. (Se sentaban, debería decir).
Andrea ha hecho un muy buen trabajo a pesar de las quejas que suele tener. Con tres luces y dos cámaras extras, todas operadas por ella, se las arregló para tener unas imágenes de excelente calidad. Se ocupó del sonido también.
Llegando al final de la entrevista, al menos los últimos 5 minutos, noto que Vivas mira disimulada pero insistentemente a Coudert. Me pregunto si estará pensando en algo, y luego descubro que sí.
Apenas acabamos, también entre risas, Vivas y Zaramella se levantan y en un solo movimiento se acercan a Coudert, sentada al escritorio del estudio junto a Andrea, frente a un portátil.
Yo digo a Andrea que acabamos, y se levanta para cortar las cámaras. Coudert, Vivas y Zaramella quedan a solas, hablando con el escritorio mediante, con las últimas dos dándome la espalda.
“Chari: nosotras después de la gala nos vamos”, dice Vivas.
“¿Perdón?”, dice Coudert.
“Por más que tengamos que saltar el muro”, dice Zaramella.
“Tú sabes que haríamos cualquier cosa por ti. Pero Gustavo no está acostumbrado a estar tanto tiempo con los chicos, y yo no se los puedo tirar a mi mamá todos los días”, explica Vivas.
Olga entra al estudio con su carro de ropa sucia como si fuera la encargada de poner puntos suspensivos a los momentos dramáticos.
“¿Algo para lavar?”, dice sin mirar a nadie.
“Esto con agua fría”, dice Coudert, y saca un camisón rojo y blanco de un bolso pequeño como una cartera.
“Sin luz, agua caliente no hay”, dice Olga. “Y de gasolina, estamos regular”, completa.
“Ahora hablo con Verónica”, dice Coudert.
Olga sale y Coudert aprovecha para hacerse la distraída de la conversación anterior. Vuelve con la mirada al portátil.
“¿Entonces?”, pregunta Zaramella.
“Dile a Gustavo que me llame, yo puedo intentar convencerlo”, responde Coudert, ahora sí mirando a Vivas.
“No, Chari. Tengo que atender a mi familia”.
“Déjame hablarlo con el Presidente, a ver si encontramos una manera de que el club pueda atenderla mientras estás aquí”.
Vivas y Zaramella salen en silencio. No las he visto asentir, como si estuvieran de acuerdo, pero, aun estando de espaldas a mí, no me cuesta imaginar un par de rostros resignados.
Mi último error.
Me siento junto a Coudert, Andrea también.
Cabe aclarar que aún no había llegado el momento en que me diría que no puedo entrevistar a Jimena, y no había la tensión que hay ahora entre nosotras.
Con la mirada señalo la carpeta de Coudert.
“¿Y eso?”, pregunto.
Coudert niega, yo acerco la mirada para leer lo que pone. Y cuando lo leo - tardo un rato porque tengo la vista cansada - no puedo contenerme.
“¿El contrato?”, pregunto incrédula y aguantando las risas.
Andrea se contagia enseguida.
“¿Lo llevas siempre encima? ¿Por si de repente le dan ganas de renovar?”, sigo metiéndome con ella.
Ahora que lo pienso, quizás fue este el motivo por el cual me ha dejado fuera de la entrevista con Jimena. Yo me he metido con lo que más la ilusiona y más le duele, ella me devuelve el golpe en el mismo punto de dolor.
“Igual lo rompo antes”, me dice en un suspiro, pero con el ataque de risa no consigo ver si ella también ríe de la situación ridícula o si la estoy ofendiendo con mi broma torpe. Lamentablemente, insisto.
"‘Hazme un autógrafo aquí Jimena, anda. Y luego aclárame la firma’". Sí, la estoy imitando. Frente a ella. En toda su cara. Y como Andrea ríe, sigo.
"‘No, yo no firmo autógrafos. Soy muy reservada’". Ahora estoy imitando a Jimena. Andrea ya no ríe, mira los ojos de Coudert, clavados en el escritorio.
“¿Quieres verlas todas?”, pregunta Andrea a Coudert.
“Sigamos”, responde Coudert.
“Yo hoy ya no puedo más”, responde Andrea.
Noto que la he cagado y me pongo condescendiente.
“Vamos, Andrea. Aquí la que manda es Chari”, le digo sin mirarla.
Coudert me mira seriamente.
Este es el momento en que creo que me jura la venganza. Ha puesto el mismo rostro que le ha dedicado antes al Presidente. No puedo comprobarlo, pero ahora, escribiendo esto, se siente así.
“Vaaale”, dice Andrea.
Vuelven a repasar los resúmenes de noticias que tienen compilados en un disco externo que les ha pasado el responsable de marketing del club. De la sección femenina, hay poco y nada. Pero lo poco que hay es sobre Jimena.
El portátil reproduce un archivo de la televisión del ayuntamiento: Jimena, con el cabello húmedo, está a una mesa en la sala de prensa. El rótulo pone "El Trueno pierde un punto decisivo rumbo al ascenso".
“Fuimos muy tibias en el partido. No estuvimos a la altura del rival. No estoy diciendo nada entre líneas. Tenemos la obligación de ser campeonas”, dice Jimena.
Coudert está a su lado, a la mesa, y nota que las piernas de Jimena tiemblan. Coudert lleva una mano a una rodilla de Jimena para detenerla.
“Para mí, no hay alternativas. El club está haciendo las cosas muy bien en todo sentido. Las hinchas están acompañando. Faltan los logros deportivos”.
Coudert, la que está aquí, a mi lado, niega para sí. Pausa el vídeo en el portátil de Andrea, se cruza de brazos. Ahora yo la miro fijamente.
“¿Qué?”, pregunto.
Me mira un segundo.
“Sí”, me dice, y se apoya en el respaldo.
Andrea se gira hacia Coudert, también quiere saber qué pasa.
“¿'Sí', qué?”, pregunto.
Coudert se pone en pie y sale de la tienda.
Quise volver a hablar con ella para resolver el misterio de esa pregunta sin respuesta, pero la siguiente vez que la vi, en su tienda, en la que ahora tiene montada algo así como una oficina con escritorio, me salió con la cuchillada de que no iba a poder entrevistar a Jimena por pedido de Miguel.
Una cuchillada de frente, eso sí. Mirándome a los ojos. Porque una de las dos está aprendiendo a ser valiente.
Almendra Bernal.