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10 de mayo de 2024.
Mientras Machado, Vivas, Zaramella y Fernández intentaban levantarle los ánimos a Jimena, la Realizadora, Coudert y yo seguíamos la acción desde el walkie de la entrenadora y los monitores en la unidad móvil.
Al salir de la tienda, Jimena se dirige corriendo a la piscina. (Va corriendo a todas partes). Allí, en un monitor, la vemos sentándose en el mismo lugar que ocupó la noche anterior con Pilu, abrazándose una pierna.
La nostalgia.
“Lo sabía”, dice Coudert. “¿Están transmitiendo?”, pregunta alarmada.
“No podemos. Pero está grabando”, responde la Realizadora.
“¿Las chicas?”, pregunta Coudert.
La Realizadora le señala otro monitor que enseña una tienda en el campo de juego rodeada de pájaros blancos. “Siguen en la número diez”.
Al ver la imagen, La Realizadora se cruza de brazos y se recuesta en el respaldo de la silla. “Qué tarde bonita se ha quedado”, dice mirando a Coudert.
Coudert sigue con la mirada clavada en el monitor que enseña a Jimena. La Realizadora se gira para verla. “¿Le damos un poco de privacidad?”
Coudert la mira a los ojos, apenada.
“No se va a ir a ningún lugar”, insiste La Realizadora.
Coudert lo piensa un momento y asiente. La Realizadora apaga el monitor.
En ese preciso momento entra el Presidente con un traje nuevo y los aires de grandeza renovados. Se nota que no ha dormido aquí.
“¿Novedades?”, pregunta, como esperando oír un reporte detallado.
“Jimena está en la piscina”, respondo, intentando sostener mi papel.
“¿No he sido claro?”, dice el Presidente a Coudert. “Solo spa”.
Coudert me perdona la vida una vez más. No obstante, se gira y me mira, como haciéndome ver que es momento de que deje de cagarla o de intervenir. “Echa de menos a Pilu”, dice Coudert al Presidente.
“Eso ya no tiene remedio”, dice el Presidente.
Coudert y la Realizadora lo miran esperando saber más. Yo, que la cago seguido, pero también aprendo de vez en cuando, vuelvo a mi cuaderno.
“Hemos recuperado el carrito y la cámara, pero a Pilu no podemos ubicarla”, completa el Presidente.
“Entonces habría que asegurar a la invitada especial. La necesitamos”, dice Coudert con la voz aguda de cuando las cosas se le van de las manos. Luego nos mira a la Realizadora y a mí, como involucrándonos en esto.
Yo no me desentiendo, pero necesito apuntar en mi cuaderno “invitada especial”, para preguntar de quién se trata más adelante y poder investigarla en los tiempos libres.
“Puede que haya conseguido los recursos para traerla”, responde el Presidente mientras levanta el dedo índice y señala el pecho de Coudert. “Pero quiero resultados”, dice como en una sentencia.
Coudert mira a la Realizadora para ver si los está observando, para comprobar si ella también se convertirá en un testigo pasivo de la manera en que el Presidente le habla últimamente.
Y sí, la Realizadora la miraba, y ahora también tiene la mirada clavada en el Presidente. Pero de pasiva, poco. “¿Traemos una cámara a la unidad, o con la grabadora de Alina es suficiente?”, pregunta al Presidente.
“No hay nada memorable sucediendo aquí”, responde el Presidente mirando su reloj. “Y yo ya tengo que salir”.
El directo.
Al caer la noche aún se oye el canto de algunos pájaros a lo lejos, el barrio y el estadio siguen sin luz. Verónica, una de las aficionadas al mando, corre con una linterna desde el lado opuesto de la tribuna.
En la última fila de la platea la esperamos el Presidente y yo, frente a una luz de cámara sobre un trípode y a Andrea. A un lado, Coudert y Miguel, que no se dirigen la palabra.
Me acerco al Presidente para hablarle por lo bajo y explicarle la situación. “Miguel estaba rabioso porque tiene catorce cámaras apuntando a bultos. Las jugadoras no quieren dejar abiertas las puertas de sus tiendas”.
“A mí me ha pedido más actividades, o extender el evento. Lo que está firmado es que cuando Jimena renueva esto se acaba”, me dice el Presidente.
Verónica llega finalmente, con el corazón en la boca, y le extiende un mando inalámbrico al Presidente. Andrea se lleva la cámara al hombro.
“¿Han quitado todos los pájaros?”, pregunta Coudert a Verónica.
“Los que quedan se irán con el ruido”, responde con seguridad.
Andrea me hace el gesto de que salimos al aire. Cada vez me queda más cómodo esto de hablar a cámara, pero sigue siendo un desafío constante. Me sirve tener apuntado lo que tengo que decir.
“Buenas noches. Por fin ha llegado el momento tan esperado. Acaba la cuenta atrás”.
“Inicia el directo del evento del año”, completa el Presidente, que parece que hubiera nacido para esto. Si tengo problemas para lidiar con él, esta condición suya me lo pone aún peor.
“Presidente, ¿listo?”.
“¡Listo!”, me responde.
“Tres, dos, ...”, comienzo a contar.
“Dos, uno, ...”, dice el Presidente, con su voz un poco por encima de la mía, naturalmente.
El Presidente le da al botón del mando, a sus espaldas brotan en el cielo cientos de fuegos artificiales.
“Así ilumina el Trueno la noche de hoy. Este club tiene mucho por celebrar, y nosotras estaremos aquí para acompañar a sus jugadoras. Para que podáis seguir minuto a minuto y a quince cámaras las vacaciones de Jimena”.
“Esto es por las socias. Y las suscriptoras. ¡Viva el Trueno! ¡Viva Jimena!”, dice el Presidente, como dando por cerrada la transmisión.
“¡La fiesta ha comenzado! Bienvenidas a las vacaciones de Jimena en el estadio del Trueno”, cierro.
Andrea apunta con la cámara al cielo, como en una transición enseñando los fuegos explotando en el aire, y yo bajo el micrófono para que nadie pueda oír si acaso se me escapa alguna rajada a causa de mi descontento.
“Hemos cortado”, me dice Andrea.
Desde el otro lado escucho la voz de Miguel: “Almendra, Presidente: una palabra”.
Nos acercamos con más miedo que curiosidad. Ahora entiendo bien la situación en la que está Coudert con el Presidente. Me siento igual. Como atrapada por Miguel.
“Es ‘streaming’, no ‘directo’”, me dice.
"‘Streaming’", digo, corrigiéndome.
“No puede volver a pasar”.
“No va a volver a pasar”, respondo, escondiendo los nervios.
Miguel le enseña su móvil al Presidente: hay una foto de Jimena llorando en la piscina del club.
“¿Y esto?”, pregunta el Presidente.
“Lo estoy demorando, pero no puedo detenerlo. Sale en un rato en todos los medios”.
El Presidente se toma la cabeza. “¿Pero de dónde ha salido?”, pregunta.
“Vamos a investigarlo cuando sea oportuno. Lo importante ahora es anticiparse a las repercusiones. No podemos estar vinculados al ‘streaming de un secuestro’”.
Al oír esa frase, Coudert se toma el pecho.
Me pregunto si esta es la primera vez que alguien le hace saber a Coudert cómo podría ver desde fuera todo este evento alguien que no las conoce.
“¿Un secuestro?”, pregunta Coudert, dolida.
“Es lo que van a sugerir”, completa, Miguel.
“Esto no es un secuestro”, dice el Presidente.
“¿Cómo lo demostramos?”, pregunta Miguel.
El Presidente levanta los hombros. Me mira. Tengo que salir con algo.
“¿Las entrevistas con las jugadoras?”, sugiero.
“Mientras no salga Jimena, estamos en las mismas”, sentencia Miguel.
“¿Tienes una propuesta?”, pregunta el Presidente a Miguel. Y a mí algo me hace pensar que eso es exactamente lo que Miguel estaba buscando, salir con una propuesta como si el club la estuviera pidiendo.
“Desde la plataforma hemos pensado en algo: un partido sorpresa. Así mitigamos el escándalo que va a traer esta imagen y subimos los números de audiencia”, dice Miguel con toda seguridad.
“¿Ya tenéis los números de audiencia?”, pregunto, porque todo lo que sale de su boca me hace ruido.
“No, pero no van a ser buenos”, responde Miguel. Y ahora cambia al tono al de una persona sensata. “Necesitamos a Jimena. Y quizás jugar le levanta un poco la moral”.
Le doy a Coudert con el codo para sacarla del pozo en que se ha metido. Me mira como si todo este tiempo no hubiera estado escuchando, o como si no pudiera creer el giro que ha dado este juego.
“¿Titulares contra suplentes?”, le pregunto.
Nada sale de Coudert.
“Si lo montamos ahora mismo, y la gente ve jugar a Jimena antes de que salga esta foto en los medios, ningún comentario nos harán daño”, dice Miguel.
“No sé si va a jugar”, responde Coudert, saliendo del pozo solo con la cabeza.
“Eso se lo dejamos a usted”, le dice Miguel mirándola seriamente.
El Presidente parece disfrutar de la idea. “¿Volvemos a dar luz al barrio para el partido?”, pregunta.
Miguel mira los fuegos artificiales en el cielo. “O no...”
“Aquí vale todo”.
Las catorce cámaras de la plataforma rodean el estadio y apuntan al campo de juego. Coudert va repartiendo tarjetitas en la puerta de cada tienda. Le entrega una a Zaramella, que apenas consigue leerla.
“¿Esto es una broma?”, dice Zaramella.
“Arriba”, dice Coudert. Y ahora abre la tienda de Arias, y le da una tarjeta junto con sus guantes.
“Ya está bien con las tarjetitas”, se queja Arias.
A medida que las titulares van saliendo de sus tiendas, 11 juveniles se acercan a ellas, vestidas como para jugar, cada una con una linterna.
En una mitad del campo, las suplentes y las 11 aficionadas que las iluminan con sus linternas, organizan un mini campo de juego: mueven sus tiendas a los laterales y colocan una portería junto a la línea lateral.
Nótese lo informada que estoy de los términos futbolísticos últimamente.
Jimena se acerca al centro del campo, caminando obligada por la misma fuerza que la obliga a seguir en el evento. Valeria, la juvenil que estaba dentro de su tienda, ahora la sigue e ilumina sus pasos. Coudert le acerca sus botas.
“Vamos a divertirnos”, le dice Coudert, con tono entusiasta.
A Jimena esto la exaspera, le arranca las botas a Coudert y se las calza.
Al verla de rodillas, calzándose sus botas, Arias se acerca desde la portería. Se suelta los lazos y acerca una bota a Jimena, para que la ate. Yo no sabía que esto también era algo típico de las porteras. Buscar a alguien que las ayude.
Jimena sí lo sabe. La descubre cerca, y al ver que Arias ya tiene los guantes puestos, ata sus lazos. Arias pone la bota con los lazos puestos sobre la rodilla de Jimena, mira a los lados y se acerca como para contarle un secreto.
“Estrellita: hace días que estamos aquí dentro y quiero irme a mi casa. Renueva o retírate, haz lo que quieras. Pero paremos este circo de una vez”. Le da una palmada en la espalda y corre a su portería.
Sabrina, representando a las suplentes, y Zaramella, a las titulares, se juntan en el centro del campo con sus respectivas acompañantes iluminándolas. Llega Coudert corriendo con un silbato en una mano y una linterna en otra.
“Titulares contra suplentes”, dice Coudert, con la vehemencia de quien presenta un espectáculo. “Las primeras en marcar tres goles se llevan todos los premios que tenemos preparados”, completa.
Coudert suena el silbato: hará de árbitro.
“¿Pero quién saca?”, pregunta Sabrina.
“Pues saco yo”, dice Zaramella, y le pasa el balón a Vivas.
En un lateral, cinco aficionadas sostienen una bandera. Sí, entre ellas están la de los dientes grandes, que no son tan grandes en persona, y la de los pendientes del escudo del Trueno.
Se llaman Belén y Natalia, y cuando no están alentando, son más bien tímidas, o mejor, reservadas. Ahora puedo verlo: la bandera que llevan es la que pone “Jimena nació en otro planeta, pero juega en Carabanchel”.
Comienzan a cantar aquella canción:
“Quédate…
Que las tarde' sin ti duelen”.
El resto de las aficionadas se suman al canto.
“Tengo en la mente el ascenso y todos los partidos.
Volver a primera, el Trueno y Jimena”.
En el campo, el balón llega a Jimena, pero lo deja salir al lateral.
Coudert la mira sin entender nada, Jimena le gira la mirada. Machado se acerca sonriendo con un high five.
“¡Vamos, Jimena!”, dice Machado, animándola.
A Jimena se le crispan los nervios. Esto sí que es fácil de adivinar después de una temporada siguiéndola. Comienza a mirar en todas direcciones, como leyendo el campo de juego y a la vez entrando en una psicosis contenida.
Vivas recupera el balón para las titulares, se lo pasan a Jimena. Esta vez, Jimena lo tira fuera intencionalmente. Valeria protesta con los brazos. Coudert pide calma.
Jimena sigue el balón: me descubre junto a Andrea en un lateral, con la cámara sobre un trípode. No puedo sostenerle la mirada, y por supuesto, me pongo a repasar mis notas en el cuaderno.
La miro de reojo: Jimena parece iluminada por una epifanía. Mira alrededor, esta vez lentamente, y descubre las cámaras de la plataforma como por primera vez.
Algo pasa por la cabeza de Jimena. Cuando veamos lo que hace a continuación, todas seremos capaces de adivinar sus intenciones.
El juego se pone más exigente, más virtuoso y más duro. El canto de las aficionadas se intensifica. Después de 14 años sin ganar un título, siguen firmes alentando a su equipo. Los ánimos de Jimena no las van a detener.
El balón llega nuevamente a Jimena con Valeria iluminando el suelo. Esta vez, Jimena lo detiene, pero se gira hacia su propia portería. Valeria también se gira y la sigue antes de que se le escape.
Jimena patea fulminante desde media distancia: golazo.
Las titulares no se lo explican. Valeria se cubre la sonrisa con la mano libre.
Miguel y el Presidente, en el mismo lateral en el que estoy yo, siguen y comentan el partido.
“¿Gol en propia?”, pregunta Miguel al Presidente.
El Presidente tiene las manos en la cabeza. Parece respuesta suficiente.
Sabrina y Carolina, otra suplente, aprovechan para celebrar con una coreografía delante de la cámara de Andrea.
“¿En serio?”, pregunta Vivas, indignada. “¿Vais a celebrar esto?”.
Arias, en la portería titular, coge el balón y lo devuelve con fuerza al medio campo. Si Jimena quiere un duelo, ella está preparada.
“¡No me ilumines el rostro que no veo el balón!”, dice Arias a su juvenil con linterna. La pobre niña, al oír esa voz que mueve hasta los postes de la portería, se queda tiesa.
El balón está en el medio campo, pero Coudert duda en pitar. Mira las cámaras, me mira: ahora sí que me está pidiendo ayuda. Yo empiezo a pensar cómo dársela.
No sé si retrasar la transmisión en directo. El ‘streaming’, quiero decir. Empiezo a hacer tiempo. Juego con mi postura frente a cámara. Me pongo de un perfil, del otro. Andrea me mira con la cámara al hombro y sin entender.
“¡Venga! ¿Eran tres, no?”, dice Jimena a Coudert. “Lo terminamos enseguida”.
“Hazlo por las aficionadas, que te están viendo”, ruega Coudert.
“A las aficionadas les gustan mis goles, no importa hacia dónde disparo”, responde Jimena.
Coudert se queda con esas palabras. Suenan el silbato.
Jimena hace rebotar el balón contra Coudert. Comienza su carrera, pero hacia la portería de Arias: su propia portería.
Son las mismas titulares - sus compañeras de equipo - quienes salen a intentar quitarle el balón.
Jimena elude a Vivas con un enganche corto; a Zaramella pasándole el balón por un lado, y yendo por el otro; a Fernández con un túnel. Espera por Machado, pero ella se ha quedado congelada al ver lo que está pasando.
Jimena se acerca a su portería y mira a Arias, extendiendo sus brazos largos a los lados. Intentando cubrir toda la portería. Jimena dispara con la punta de la bota y manda el balón junto a un palo.
Arias hace un esfuerzo por llegar, pero el disparo es fuertísimo. Gol.
Las aficionadas están desconcertadas. Belén se cubre la mirada con la bandera para no ver. Natalia se cabrea. “¿Pero qué hace?”, pregunta al Presidente, a un lado.
El Presidente la llama para que se acerque, le habla al oído.
En el campo, Arias corre hacia Jimena con el balón entre manos, y con una furia descomunal recorriéndole todo el cuerpo. Machado se pone delante para evitar una confrontación.
“¡Te reviento!”, dice Arias a Jimena, y le arroja el balón al pecho.
Jimena sonríe y señala su portería: Belén y Natalia retiran la portería de Arias, el Presidente y Miguel la reemplazan por una pequeña, de entrenamiento.
Arias corre hacia ellas. Además de furiosa, ahora está indignada.
“Pero si yo puedo con la grande”, grita Arias al Presidente.
Andrea me hace su gesto para salir al aire. Yo me acomodo la camisa y espío a Miguel. Me está mirando, no puedo dilatar más el streaming. Me acerco el micrófono y abro la boca esperando que salga algo que nos salve a todas.
“Las imágenes hablan por sí solas. Las jugadoras se divierten, y Jimena es la protagonista”. No estuvo mal, pero no sé cómo seguir.
Por suerte o desgracia, Coudert se para a mi lado, frente a la cámara, para tapar el campo: que no salga al aire lo que sucede a nuestras espaldas.
“Quería aprovechar para enviar un saludo a las socias que nos han acompañado durante toda esta liga”, dice Coudert amarrada al micrófono.
La miro sonriente, esperando que siga.
“Jimena es una ídola para esta institución. Ella misma es una institución en sí misma”, dice sin pensar y muy nerviosa. Respira profundo para tranquilizarse. Vuelve a intentarlo con más seguridad. “Queríamos hacerle este regalo”.
Asiento esperando ver a dónde quiere llegar, pero no sigue.
“¿Y qué mejor manera de celebrarlo que con un partido?”, le pregunto.
“Por supuesto. Con la libertad de un partido de entrenamiento, además. Sin las reglas de un encuentro de liga”.
“¿Sí?”
“Aquí vale todo. La excusa es divertirse. Lucirse, también”.
A nuestras espaldas se oye un "¡nooo!". Son las jugadoras.
Yo hago de cuenta que no escucho. “¿No hay rivalidad?”
“Nada de eso”, dice Coudert. “De un lado y del otro, somos todas del mismo equipo. Y estamos muy a gusto aquí”.
“¡Tres! A las duchas”, se oye de fondo. No puedo disimular: es la voz de Jimena.
Coudert transforma la sorpresa en su rostro en un gesto de felicidad. Toda mujer desesperada es también una gran artista. “¡Qué golazo, Jimena! ¡Qué golazo, Almendra!”
“¡Golazo!”, digo, convencida, aún sin haberlo visto. También lo creeríais así de haber visto el rostro de Coudert.
Una sensación de alivio recorre mi cuerpo. Creo que de alguna forma lo hemos salvado. Pasando vergüenza, pero me voy acostumbrando a la sensación.
En eso, Jimena se acerca a cámara, rodea a Coudert con un brazo. Veo que Andrea mueve la cámara para que entremos las tres en plano. Espero lo peor, y como todo, llega.
“¡Buen trabajo, Chari!”, dice Jimena a Coudert, en un tono que nunca le había oído tener con su entrenadora. Aunque se parece al de la rueda de prensa, cuando le pedía que hiciera algo frente a la emboscada del Presidente.
Jimena sale, yo me quedo frita mirando a Coudert, que mira a cámara y parece a punto de llorar. Miguel se acerca a Andrea y apaga su cámara.
Quizás hemos salvado la transmisión entre todos, ahora queda salvar el resto del evento.
Almendra Bernal.